Según las últimas investigaciones, los seres humanos nacemos con hambre de interacción social. John Cacioppo, ayer, en una pausa del Simposio Internacional Ineco 2011 de Neurociencia Social. Foto: Marcelo Gómez Si en lugar de haberla publicado en 1719, Daniel Defoe escribiera hoy su Robinson Crusoe , el náufrago inglés que pasa veintiocho años en una isla remota hubiera sufrido deterioro cognitivo o hasta mal de Alzheimer. Y probablemente hubiera muerto precozmente. Según las últimas investigaciones, los seres humanos nacemos con hambre de interacción social. Tal vez por eso, desde hace milenios, el ostracismo y el exilio son considerados el peor de los castigos. Es más, la soledad no sólo es malo para la mente, sino también para el resto del organismo: estudios epidemiológicos indican que el aislamiento social es un importante predictor de morbilidad y mortalidad. John Cacioppo, director del Centro de Neurociencia Cognitiva y Social de la Universidad de Chicago, se refirió